Los residentes de Split, en Croacia, buscan transformar la imagen de su ciudad, reconocida por su vibrante vida nocturna, y convertirla en un destino que atraiga a familias y turistas respetuosos. La fama de Split como un lugar de fiesta, alimentada por eventos masivos como el festival Ultra Europe, atrajo visitantes que, aunque impulsan la economía, generan inconvenientes para los locales, especialmente con el alza en los precios de alquiler, que alcanzan hasta los 800 euros al mes, y las conductas inapropiadas en lugares públicos.
«Cada vez es más difícil para los jóvenes encontrar un piso y comenzar una vida aquí», comentaron los habitantes de Split. La afluencia de turistas alteró el casco antiguo de la ciudad, que solía albergar cafeterías y tiendas locales, y ahora se transformó en una zona saturada de restaurantes internacionales y alquileres de corta duración. Este fenómeno llevó a los residentes a mudarse a áreas periféricas y a plantearse una nueva estrategia turística.
La ciudad respondió a los pedidos de los residentes fortaleciendo la seguridad y lanzando campañas como «Respeta y disfruta», orientadas a fomentar un turismo responsable. Inspirados en modelos de gestión turística como el de Barcelona o Dubrovnik, las autoridades comenzaron a limitar los tipos de alojamientos y a implementar medidas para evitar la saturación en el centro histórico. Split también trabaja en diversificar su turismo fuera de la temporada alta y en establecer regulaciones para controlar la conducta de los turistas.
«Nuestro objetivo es encontrar un equilibrio entre el desarrollo turístico y la calidad de vida de los residentes», afirma la Oficina de Turismo de Split. Con un enfoque en la sostenibilidad social, económica y ambiental, la ciudad espera atraer visitantes que respeten su cultura y su ritmo de vida.