El accidente del vuelo 171 de Air India, operado por un Boeing 787 Dreamliner, ha reavivado las preocupaciones en torno a la seguridad de los aviones del fabricante estadounidense. La tragedia, ocurrida poco después del despegue en Ahmedabad y que dejó 241 víctimas fatales, marca el primer siniestro mortal para este modelo, considerado hasta ahora uno de los más seguros para rutas de largo alcance.
Con más de 1.000 unidades entregadas desde su introducción en 2011, el Dreamliner era un símbolo de eficiencia tecnológica. Sin embargo, este nuevo incidente se suma a una serie de cuestionamientos previos sobre la seguridad de Boeing, como los accidentes del 737 MAX y recientes denuncias internas por deficiencias en la producción del 787.

Japón ya ha instado a aerolíneas locales como ANA y JAL a realizar inspecciones técnicas, aunque no ha suspendido su operación. En paralelo, las autoridades indias han iniciado una investigación para esclarecer las causas del siniestro. La atención mundial vuelve a centrarse en el fabricante, en un contexto donde aún enfrenta secuelas legales y de imagen por accidentes anteriores.
La industria observa con cautela cómo se desarrollan los acontecimientos en torno al Dreamliner, una aeronave valorada por su alcance intercontinental y consumo eficiente, que ahora enfrenta su mayor desafío en términos de reputación y confianza operativa.