Viajar será cada vez más caro y no solo por el transporte o el alojamiento. De cara a 2026, las tasas turísticas se consolidan como una herramienta extendida a nivel global, con nuevas figuras impositivas, subas de tributos existentes y mayor control sobre el acceso a destinos saturados. Impuestos por pernoctación, cargos por ingresar a ciudades, playas o parques naturales, visados electrónicos y ecotasas conforman un escenario que impacta de lleno en el presupuesto del viajero.
El avance de estas medidas responde, en gran parte, a la necesidad de regular la masificación turística. Ciudades y destinos altamente visitados buscan limitar flujos, proteger recursos y financiar infraestructuras. En Europa, más de un centenar de grandes ciudades ya aplican algún tipo de tributo vinculado a la estancia, especialmente en hoteles. Sin embargo, el debate sobre su eficacia sigue abierto: especialistas advierten que solo los impuestos muy elevados logran reducir las llegadas, mientras que en otros casos los turistas optan por alojarse en municipios cercanos, sin aliviar la presión sobre los centros históricos.
Durante 2025, varios destinos marcaron el rumbo. Venecia mantuvo su impuesto para visitantes de un día, mientras que Santorini y Mykonos anunciaron una tasa específica para cruceristas en temporada alta. Kioto avanzó con una fuerte suba del impuesto al alojamiento, Bután continúa exigiendo una de las entradas diarias más caras del mundo y las Islas Galápagos elevaron el costo de acceso para turistas internacionales. En España, Sevilla evalúa cobrar por el ingreso a la Plaza de España, una medida que aún genera controversia.
Las tasas de entrada a ciudades, parques naturales y senderos también ganan protagonismo. Nueva Zelanda aplica un cargo destinado a financiar servicios públicos y patrimonio, mientras que Japón mantiene su impuesto de salida integrado al billete aéreo. En el Caribe, los valores varían según el destino y, en Suiza, Zermatt analiza cobrar a los excursionistas de un solo día para combatir la saturación. Roma estudia implementar un pago simbólico para acceder a la Fontana di Trevi, Chile ajustará el sistema tarifario en Torres del Paine desde 2026 y en Hawái se habilitó una nueva ecotasa para pasajeros de cruceros con foco ambiental. Incluso en las Dolomitas, propietarios locales ya cobran por el uso de senderos muy concurridos.
En materia de impuestos por pernoctación, Europa muestra un panorama desigual. Ámsterdam lidera la presión fiscal sobre el alojamiento, mientras que en España el esquema varía según la región. Barcelona suma un recargo municipal al impuesto catalán y se prepara para nuevas subas, Baleares descartó aumentar la ecotasa en 2025 y Galicia comenzó a aplicar tarifas diferenciadas en hoteles de alta gama, una decisión que enfrenta resistencia del sector. El cruce de posturas es intenso: desde empresarios hoteleros que advierten sobre el impacto en la competitividad, hasta autoridades locales que defienden la tasa como una herramienta para reorientar el modelo turístico y financiar servicios públicos.
El transporte turístico tampoco queda al margen. En Barcelona, los autocares deben abonar permisos y reservas para operar en zonas reguladas, un sistema que se endurecerá en 2026 y que genera fuerte rechazo entre los operadores. En Canarias, la patronal turística cuestiona la nueva tasa aeroportuaria a las guaguas, al considerar que el sobrecoste terminará trasladándose al usuario final.
A este escenario se suma la burocracia digital. Las autorizaciones electrónicas reemplazan al visado tradicional y encarecen el viaje antes de despegar. El ESTA de Estados Unidos duplicó su precio, el ETA del Reino Unido ya es obligatorio para los españoles y la Unión Europea lanzará el sistema ETIAS en el tercer trimestre de 2026, con un nuevo costo y mayores exigencias de planificación.
Así, el turismo global avanza hacia un modelo con más controles y más cargos. La gran incógnita sigue siendo si estas tasas lograrán su objetivo de ordenar los flujos y proteger los destinos o si, por el contrario, solo terminarán encareciendo la experiencia de viajar sin resolver los problemas de fondo.


