Argentina: cada vez más personas eligen desconectar en pueblos con encanto

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En tiempos donde el apuro parece dominarlo todo, cada vez más personas eligen frenar. Y no hace falta ir muy lejos para hacerlo: el turismo de cercanía, que pone el foco en los pequeños pueblos, en sus tradiciones y su gente, se posiciona como una de las experiencias más valoradas por quienes buscan desconectarse sin salir del país.

Según datos del Observatorio Argentino de Turismo (OAT), en 2024 el 63% de los viajeros nacionales optaron por escapadas a destinos rurales o pueblos con encanto, lo que muestra una tendencia en crecimiento sostenido desde la pandemia. La clave: experiencias auténticas, precios accesibles y una reconexión con lo simple.

Postales que enamoran

En la provincia de Buenos Aires, lugares como Uribelarrea, Carlos Keen o San Antonio de Areco ofrecen al visitante no solo arquitectura de época y paisajes campestres, sino también sabores locales, ferias artesanales y festivales que rescatan la identidad de cada región.

Un ejemplo reciente fue la Fiesta del Pastel, realizada en Gouin (partido de Carmen de Areco), que convocó a más de 12.000 personas en su última edición. El pueblo, de apenas 300 habitantes, se vio colmado por turistas que disfrutaron de la música folclórica, los juegos criollos y, por supuesto, los pasteles caseros.

Más allá de Buenos Aires

La tendencia no es exclusiva de la provincia. En Córdoba, Santa Rosa de Calamuchita, Villa Yacanto y La Cumbrecita (el único pueblo peatonal del país), reciben miles de visitantes cada fin de semana largo. En el Norte, destinos como Purmamarca o Iruya, con sus casitas entre cerros, siguen despertando asombro. Y en la Patagonia, pueblos como Trevelin, con su herencia galesa, invitan a conocer otra Argentina, con tés calientes y montañas al fondo.

Turismo con impacto positivo

Este tipo de turismo no solo enriquece al viajero, sino que también favorece a las economías locales. Desde productores rurales hasta artesanos y emprendedores, muchas comunidades encuentran en la llegada de turistas una oportunidad para crecer sin perder su esencia.

Hoy, mientras el turismo de masas se replantea sus modelos, los pueblos chicos cobran protagonismo. Y quizás ahí esté el secreto: en tomarse un mate bajo un árbol centenario, en una charla con un vecino, o en perderse a propósito por calles de tierra.

Porque a veces, el mejor viaje es el que se hace lento.