El Camino de los Jesuitas se presenta como el “corredor turístico” de América del Sur, con el objetivo de proyectar una imagen diferente del continente, más allá de los destinos tradicionales como Machu Picchu o la Patagonia. Así lo expresó Marina Cantera, presidenta de la Federación Sudamericana de Turismo (Fedesud), durante la pasada Feria Internacional de Turismo (Fitur).
Un recorrido por el legado de la Compañía de Jesús
La ruta atraviesa Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, y destaca el legado histórico de la Compañía de Jesús, que dejó una profunda huella en el sur de Sudamérica durante más de dos siglos de presencia colonial. La propuesta abarca 19 sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, e incluye iglesias, misiones, música barroca y gastronomía como parte de sus atractivos.
Una nueva forma de ver Sudamérica
El objetivo de esta iniciativa es “vender otra Sudamérica”, enfatizando experiencias más diversas y auténticas que van más allá de los destinos más conocidos. Cantera subrayó que la ruta ofrece una experiencia única en el continente, con una mezcla de naturaleza, tradiciones culturales y gastronomía. Esta ruta forma parte de un programa más amplio, Sudamérica Conecta, que integra once rutas a través de nueve países, incluyendo Chile, Perú, Ecuador y Venezuela.
El programa tiene como fin posicionar a Sudamérica como un destino común y competitivo, con ejes temáticos como Sudamérica Sabores, Urbana, Naturaleza y Orígenes. Las experiencias ofrecidas incluyen estancias de doce a veinte días en viñedos, bodegas, restaurantes gourmet, visitas a mercados bohemios o modernos, además de exploraciones por volcanes, selvas y lugares patrimonio de la humanidad.
Un legado vivo y vigente
El legado de los jesuitas en países como Bolivia y Paraguay no solo se conserva en los templos y misiones que construyeron, sino también en la música barroca que enseñaron a las comunidades indígenas. Ángel Bogado, del Ministerio de Turismo de Paraguay, destacó que esta música sigue siendo una forma de perpetuar el legado de los jesuitas.
Este legado perduró hasta mediados del siglo XVIII, cuando la Corona española expulsó a los jesuitas, en un hecho que se repitió en otras colonias europeas de la época.