El laberinto secreto bajo Aranda de Duero: viaje a las bodegas que guardan siglos de historia

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Bajo las calles de Aranda de Duero, en pleno corazón de la Ribera del Duero, se esconde un mundo subterráneo que sorprende a cada visitante. Más de siete kilómetros de galerías excavadas entre los siglos XII y XIII conforman un auténtico laberinto de bodegas históricas, donde la tradición vitivinícola de la localidad burgalesa dejó una huella imborrable.

Una solución ingeniosa al clima extremo

La construcción de estas bodegas respondió a la necesidad de conservar el vino en un ambiente estable, protegido de los veranos sofocantes y los inviernos rigurosos de la zona. Excavadas entre ocho y once metros de profundidad, las galerías se levantaron en una capa de asperón que garantizaba condiciones óptimas de humedad y ventilación. Incluso contaban con “zarceras”, pequeñas chimeneas que permitían airear los espacios y eliminar los gases de la fermentación.

Un detalle curioso es que las bodegas nunca se construían bajo las calles, sino bajo los solares de las casas, para evitar vibraciones que alterasen el proceso de maduración del vino.

El alma económica de una ciudad

En sus orígenes, el vino de Aranda no tenía la calidad que hoy distingue al Ribera del Duero, pero su facilidad de transporte lo convirtió en un producto clave para el comercio, especialmente con Burgos, uno de los principales centros de distribución en la Edad Media. La bonanza fue tal que parte de la financiación de la Iglesia de Santa María la Real provino de las aportaciones de los productores.

Hoy se conservan 135 bodegas históricas en distintas zonas de la ciudad, con núcleos destacados en las calles Isilla, Cascajar, Barrio Nuevo y Los Bodegones. Muchas están conectadas entre sí, formando un entramado único en Europa.

Visitas que combinan historia, vino y entretenimiento

Actualmente, estas bodegas son uno de los grandes atractivos turísticos de Aranda de Duero. La Oficina de Turismo organiza visitas a cuevas musealizadas y experiencias teatralizadas en la Bodega de Las Caballerizas, mientras que el CIAVIN (Centro de Interpretación del Vino) culmina su recorrido en la Bodega de las Ánimas, convertida en un auténtico museo viviente.

Las propuestas se adaptan a todo tipo de público: desde un “escape room” en bodega con la iniciativa Ribiértete, hasta recorridos históricos en la Bodega Don Carlos o degustaciones en El Lagar de Isilla, donde el vino se marida con la gastronomía local. Además, las tradicionales Peñas arandinas mantienen viva la costumbre con eventos culturales como la lectura de El Quijote frente a la bodega “El Bolo” de El Chilindrón.

Un viaje al corazón subterráneo

Visitar Aranda de Duero no solo es disfrutar de su vino y su gastronomía, sino también descender a ese subsuelo que guarda siglos de ingenio, tradición y vida comunitaria. Un viaje al laberinto oculto que, todavía hoy, sigue latiendo bajo la ciudad.