El Coliseo de Roma, símbolo de la historia antigua y atractivo turístico mundial, se encuentra en el centro de una polémica por un acuerdo entre Airbnb y el Parque Arqueológico del Coliseo. La iniciativa, vinculada a la promoción de la película «Gladiator II», permitirá a 16 turistas participar en batallas simuladas dentro del monumento, generando una fuerte oposición local.
Con un aporte de 1,5 millones de dólares, Airbnb busca ofrecer esta experiencia gratuita para los seleccionados, quienes podrán vestir armaduras y luchar en una recreación histórica en mayo de 2025. El evento tendrá lugar fuera del horario habitual de visitas, según la administración del Coliseo. Sin embargo, la propuesta generó críticas de funcionarios romanos y ciudadanos que consideran que la idea degrada el valor histórico del sitio.
Massimiliano Smeriglio, concejal de Cultura de Roma, condenó la colaboración, calificándola como un «uso degradante» del patrimonio cultural. «No estamos en Disneyland, estamos en Roma», enfatizó Enzo Foschi, político del Partido Democrático, al criticar la influencia del turismo masivo en la ciudad. Por su parte, Erica Battaglia, presidenta de la Comisión de Cultura, advirtió sobre el riesgo de convertir el Coliseo en un parque de diversiones exclusivo.
Mientras tanto, el Parque Arqueológico del Coliseo defiende la iniciativa, argumentando que el proyecto combina conservación, educación e innovación para acercar la historia a un público más amplio. Además, destaca que los fondos aportados por Airbnb serán destinados a la restauración del monumento.
El debate se enmarca en un contexto de creciente preocupación por el impacto del turismo en Roma, especialmente de cara al Jubileo de 2025, cuando se espera una afluencia masiva de visitantes. Otros puntos icónicos, como la Fontana di Trevi, también están adoptando medidas restrictivas para controlar el acceso y proteger su valor histórico.
Mientras los defensores de la iniciativa celebran el enfoque innovador, la controversia refleja la tensión entre preservar el patrimonio cultural y adaptarse a las demandas del turismo moderno, un desafío que Roma deberá enfrentar con equilibrio.