Lanzarote vuelve a posicionarse como referente internacional en turismo sostenible al renovar su compromiso con la Carta Mundial de Turismo Sostenible, adoptada por primera vez en 1995. A treinta años de aquel hito, la isla presentó la Carta +30, una hoja de ruta que define los principios y desafíos para los próximos años, con un mensaje claro: el turismo no puede desarrollarse de espaldas al territorio, la cultura ni la comunidad residente.
Durante la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, celebrada a finales de noviembre en la isla, el presidente del Cabildo de Lanzarote y La Graciosa y consejero de Turismo, Oswaldo Betancort, remarcó que hablar de límites a la llegada de visitantes es hoy una discusión imprescindible. “No es ir contra el turismo, es protegerlo”, afirmó, subrayando que el verdadero desafío no es la cantidad de turistas, sino cómo llegan, con qué impacto y qué dejan en el destino.
La adopción de la Carta en 1995 significó una declaración de principios que permitió a Lanzarote anticiparse a debates hoy globales. Desde entonces, la isla avanzó en protección del territorio, planificación urbanística, gestión cultural y ordenación del crecimiento, integrando la sostenibilidad como una visión transversal y no como un simple eslogan.
Según Betancort, el conocimiento sobre los impactos del turismo y el cambio climático ha crecido, pero el gran reto sigue siendo pasar del discurso a la acción. En ese marco, la Carta +30 introduce once nuevos principios vinculados a la regeneración, la justicia social, la innovación y el reconocimiento de los límites, alineados con el ADN del destino.
Uno de los ejes centrales del nuevo documento es el abordaje del sobreturismo, un fenómeno que, desde la gestión pública, requiere datos, planificación y decisiones firmes. La estrategia de Lanzarote apunta a controlar la capacidad de carga, regular las plazas alojativas, actuar sobre la vivienda vacacional, diversificar la oferta y redistribuir los flujos turísticos, siempre priorizando el interés general y la calidad de vida de la población residente.
La cooperación entre destinos y la implicación del sector privado también aparecen como claves para avanzar hacia un turismo más responsable. En este sentido, la Carta +30 propone marcos comunes, códigos de conducta y estándares compartidos que permitan medir y evaluar la sostenibilidad de forma efectiva.
Con el residente en el centro de la estrategia, Lanzarote trabaja para evitar tensiones sociales, garantizar acceso a la vivienda y generar empleo de calidad. En paralelo, el Cabildo anunció que en enero presentará un avance del Plan Insular de Ordenación, basado en la contención, la protección del territorio y una definición clara del modelo de isla para las próximas décadas.
La retirada de más de 150 viviendas vacacionales del mercado y la decisión de no crecer en número de camas, sino en calidad, refuerzan una gestión orientada a mejorar la experiencia turística y el retorno social. Para Lanzarote y La Graciosa, el futuro del turismo pasa por valorar la singularidad del paisaje, la cultura local y el equilibrio entre desarrollo y conservación, con una mirada de largo plazo.


