En pleno verano de 2025, Estados Unidos se convirtió en el epicentro del fútbol mundial al albergar por primera vez el Mundial de Clubes FIFA en formato expandido. Fueron 32 equipos compitiendo en 11 ciudades, desde Miami hasta Seattle, en un evento que prometía no solo emociones deportivas, sino también un impacto económico y turístico sin precedentes para el país.
A pesar de las duras restricciones migratorias, el endurecimiento de los controles fronterizos y un clima político enrarecido por las políticas de la administración Trump, el torneo logró convertirse en un poderoso imán para millones de turistas y fanáticos del fútbol provenientes de todo el mundo. Contra todo pronóstico, los estadios se llenaron y las ciudades vibraron con visitantes deseosos de ver en acción a estrellas como Messi, Mbappé, Vinicius o Dembelé.

Los números hablan por sí solos. Según estimaciones conjuntas de la FIFA y la Organización Mundial del Comercio, más de 3 millones de personas viajaron a Estados Unidos para presenciar el torneo, generando ingresos por 9.600 millones de dólares y creando más de 105.000 empleos temporales en sectores clave como la hotelería, la gastronomía, el transporte y el comercio local. Durante un mes, el turismo deportivo inyectó vida a una economía que venía golpeada por la baja demanda internacional.
Desde grandes cadenas hoteleras hasta pequeños restaurantes de barrio, todos sintieron el impacto positivo del evento. Las reservas se dispararon, los vuelos operaron con alta ocupación y las plataformas como Airbnb y Expedia registraron picos de actividad. Sin embargo, no todo fue celebración. Las dificultades para obtener visados, las listas de países restringidos y la percepción de un país poco hospitalario para algunos visitantes internacionales afectaron el flujo de turistas, especialmente desde regiones de África, Asia y Medio Oriente.

Aun así, el Mundial de Clubes funcionó como una verdadera prueba de fuego para el turismo en Estados Unidos. Y aunque las tensiones políticas siguen latentes, el fútbol demostró una vez más su capacidad de traspasar fronteras, unir culturas y, sobre todo, reactivar economías. El gran interrogante ahora es si este impulso alcanzará para reposicionar a Estados Unidos como destino turístico global de cara al gran desafío del Mundial 2026, que lo tendrá nuevamente como anfitrión.