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Silvina Montalvo, entre el paisajismo en la ajetreada Buenos Aires y la vendimia de idílicos valles cuyanos

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Por María Celina Lundin

Porteña de nacimiento, sanjuanina por adopción, a sus 58 años Silvina Montalvo se animó a emprender un nuevo desafío.

Ingeniera Agrónoma recibida en la Universidad de Buenos Aires, su profesión y amor por la naturaleza la llevaron por el camino del paisajismo, diseño de jardines y espacios verdes, creando entornos de ensueño.

Sin embargo, en el 2015, una charla familiar dio nacimiento a Finca Basin. Catorce hectáreas, a 1560 metros de altura, nada más ni nada menos que en el deslumbrante Valle de Calingasta.

Sobre el relieve montañoso de Sorocayense, localidad de Barreal, donde inigualables postales retratan cordillera, serranías y ríos, a pasos del camino principal del pueblo, una tranquera se abre e invita a recorrer este fructífero y bonito viñedo, regado por las aguas del Río Los Patos.

Se oye el canto de los surcos cristalinos. El sol hace gala de sí mismo: cielo puro, inmaculado, diáfano. Detrásde las plantaciones de uva, la precordillera dibuja un marco majestuoso y soberbio.

Uva de calidad

“Barreal está a 140 kilómetros aproximadamente de la ciudad de San Juan y se caracteriza por un confortable clima, pureza del aire y amabilidad de su gente”, cuenta Silvina con una sonrisa de oreja a oreja, dejando ver que su lugar en el mundo también está en este paraíso andino.

“Una vez al mes me instalo aquí. Gracias a un gran equipo de trabajo, se logra un producto único. Tenemos suelos coluviales provenientes de El Tontal. Regamos por surcos y abonamos con guano. La cosecha es manual, de muchísimo cuidado, y se realiza en cajones de 15 a 20 kg, por la mañana. Por su parte, los traslados a la bodega se hacen de noche”, resume.

A lo largo del año, la vid pasa por diferentes estados: brotación, foliación, floración, fecundación y fructificación, envero y maduración.

“Junto al asesor técnico Ingeniero Agrónomo Pancho Bugallo y enólogo Federico Sánchez apuntamos a tener uvas de calidad. El manejo de la viña se realiza en forma artesanal. En 2022 llegamos a 7000 botellas de vino, entre Malbec, Cabernet Franc y Torrontés”.

“La venta es a vinotecas y particulares”, señala sentada en uno de los bancos de la mesa debajo de la simpática galería rodeada por el horno de barro y un rincón abrazado por piedras para el asador.

Sustentabilidad

“El resto de la uva la vendemos a productores locales. La elaboran y hacen sus vinos. Es así que nada se descarta, todo se utiliza logrando que de la cosecha se pueda sacar el mayor provecho posible”, explica Silvina.

PildorÍn

“Nuestra primera etiqueta fue la foto de un baquiano. Se llama Pildorin y tiene 103 años”, relata al tiempo que sostiene en su mano una foto junto al hombre. “Lo elegimos a él porque bautizamos al vino Sorocayo, honrando al primer poblador de Sorocayense”, concluye con orgullo. “El diseño de las etiquetas fue confeccionado por Nuria Año Gargiulo y Bruno Giancola”.

Hermosa geografía

“Un sorbo quieto en la boca, una inspiración suave y el Valle de Calingasta se hará presente a través de su gente, suelo, colores, altura e  imbatible amplitud térmica”, recita.

Levanta su mirada. La luz del atardecer humedece la textura de las montañas. “

“¡Qué más pedir! Hermosa geografía”, suspira Silvina.